Veamos sin embargo lo que ha pasado desde una perspectiva más irracional, o dicho de otra manera, veamos las conexiones automáticas e inconscientes que va a hacer el cerebro de un votante con todo lo que le está llegando a través de la prensa, la televisión y las redes sociales.
Empecemos con los amagos de sabotaje. Desde el principio, la prensa ha estado vendiendo que varios delegados de la facción anti Trump intentaron bloquear su nominación hasta el último minuto. ¿Qué pasó? Que Trump acabó siendo nominado y de estos delegados nunca más se acordará nadie. ¿Cómo interpreta esto el cerebro de un votante que lleva meses recibiendo información sobre Trump? Hay muchas lecturas, desde caos hasta división, pero una idea que sin duda se va a reforzar en su mente es la de un Donald Trump nuevamente victorioso ante una vicisitud.
La prensa lleva más de un año diciendo que Trump no iba a llegar a ninguna parte: primero, que no iba a pasar del primer debate; luego, que sería imposible destronar a la dinastía Bush; más tarde, que los votantes republicanos se unirían en torno a uno de los candidatos en liza para frenarle; después, que aunque ganara las primarias no alcanzaría los delegados necesarios y habría una convención abierta. Y suma y sigue. Pero a estas alturas, el subconsciente de los votantes sólo ve esto de dos maneras: o Trump tiene una flor donde la espalda pierde su nombre o es un candidato brillante y un vencedor nato. De hecho, la gente ya no se pregunta si será capaz de superar un obstáculo –todos dan por hecho que lo hará–, la única pregunta es cómo lo hará, qué As se sacará de la manga.
Además, nótese cómo en este caso Trump ni siquiera ha tenido que hacer nada; simplemente las reglas del Partido Republicano establecen que él tenía que ser el nominado, sí o sí. Con lo cual, una vez más, la prensa, en su ánimo de hacerle daño, lo único que ha conseguido es reforzar esa imagen de Trump como estratega implacable y vencedor impertérrito. ¿Es bueno para un candidato a dirigir un país que la gente vea cómo uno tras otro supera todos los obstáculos habidos y por haber? Evidentemente sí, y más si lo comparamos con alguien como Hillary Clinton, cuya fama de estar cometiendo errores continuamente traspasa fronteras. De hecho, con ella la pregunta es quién la va a rescatar de un lío, si Obama, su marido Bill o el FBI.
Sigamos por el asunto Melania. Melania es la mujer de Donald Trump. El segundo día de convención dio un discurso del que en seguida se descubrió había sido plagiado de otro de Michelle Obama en 2008. ¿Qué pasó al día siguiente? Que su imagen estuvo en todas las televisiones y en las redes sociales junto a la de la actual primera dama de Estados Unidos.
¿Qué conexión hizo el cerebro de un estadounidense al ver a estas dos figuras juntas, en todas las cadenas de TV y a todas horas, leyendo el mismo discurso? Automática e irremediablemente, su subconsciente vio aquí a dos primeras damas. ¿Es bueno para Trump que la gente se imagine a su mujer como si ya fuera primera dama? Pues sí. Y es que aquí puede aplicarse la misma regla básica del márketing por la cual un vendedor de coches, en vez de preguntarte si te gusta un determinado modelo, te pregunta si te gusta más en manual o automático o en blanco o negro. Lo que está haciendo con ese pequeño truco es persuadirte para que des por hecho que el coche ya te gusta, y que sólo tienes que decidir si lo quieres de uno u otro color. Aunque parezca mentira, esta técnica tan simple funciona muy bien en ventas, y la campaña de Trump la usa constantemente.
¿Trump hizo esto adrede? No lo sé, aunque más bien creo que fue un golpe de suerte inconsciente. Es difícil creer que alguien pueda utilizar así a su propia mujer, poniéndola en una situación tan embarazosa delante de todo el planeta. Pero el hecho es que al final le ha beneficiado en parte. Sí, Melania Trump puede haber quedado como una primera dama plagiadora y poco cualificada, incluso ridícula, pero como una primera dama al fin y al cabo. Y eso convierte a Trump en un presidente. Y para el cerebro es más fácil votar a alguien si ya se lo imagina siendo presidente.
Vayamos ahora con el discurso de Ted Cruz. Una vez más, los medios de comunicación han vendido la negativa a apoyar a Trump por parte de este senador como otra prueba de que el Partido Republicano está dividido y vive en un caos interno. Y tienen razón. Y además la experiencia nos dice que a los votantes no les gustan los partidos divididos. Sin embargo, ya hemos visto que Trump juega con otras reglas, y que el caos en el fondo le beneficia. Y además, ¿qué pasó realmente con este discurso? Si nos fijamos, los titulares tras el mismo fueron dos: que Cruz se negó a avalar la candidatura de Trump y que salió abucheado de la convención.
¿Cómo puede ayudar esto a Trump desde un punto de vista emocional? Lo cierto es que Ted Cruz es un candidato demasiado escorado a la derecha, sin ninguna posibilidad real de ganar unas elecciones presidenciales a no ser que en frente tenga a un candidato que se declare comunista. Pero ahora mismo, Trump ya tiene garantizado el voto de esa derecha. O mejor dicho, ninguno de los votantes de Cruz va a contribuir a darle la presidencia a Hillary Clinton. En cambio, que alguien como Cruz, con esa pinta de predicador ambulante del Medio Oeste, se aleje de Trump sí puede ayudar a éste a rascar votos entre los votantes de Bernie Sanders.
¿Por qué? Uno de los mensajes más repetidos por los medios de comunicación durante toda la campaña ha sido, entre otras cosas, que estas elecciones son una contienda entre el sistema y el populismo. ¿Benefician a Trump las tensiones con los viejos cuadros y el establishment de su partido? De cara a los votantes que se sientan cómodos con el establishment, probablemente no. Pero de cara a los que quieren ver a un outsider en la Casa Blanca, seguramente sí. Y aquí es donde entran en juego los votantes de Bernie Sanders. Además, el hecho de que Cruz saliera abucheado de la convención contrubuye a esa imagen de Trump como un solucionador de problemas nato, alguien que siempre gana.
El caso de esta convención es sólo un pequeño ejemplo. Toda la campaña de Trump se ha basado en esa estrategia de apelar directamente a las emociones y olvidar por completo datos, cifras y razones. La misma propuesta de crear un muro gigantesco con una puerta preciosa en la frontera con México no es más que una forma visual de decirle a los electores que él va a reconstruir América. Y es que lo construya o no, lo que probablemente visualiza un votante cada vez que oye hablar de ese muro es una obra farónica, como las pirámides de Egipto, la muralla china o el mismo skyline de Nueva York. ¿Y qué evocan las obras faraónicas? Poder. Prosperidad. ¿Y qué saben de Trump los votantes? Que siempre consigue lo que quiere.
Parece mentira que a estas alturas de la película, los medios de comunicación aún no hayan entendido que el magnate no se rige por las reglas del juego habituales de la política. Siguen pensando que es tonto o que está loco, y es justo todo lo contrario. Trump utiliza la persuasión como nadie y es muchísimo más inteligente que todos los que llevan enterrándole y festejando su funeral político desde el minuto uno. De hecho, ese odio que despierta en sus adversarios y ese miedo que infunde en parte de la opinión pública son también emociones irracionales basadas principalmente en su forma de ser y hablar. En realidad, nada en su discurso ni en su trayectoria personal y profesional hace presagiar que vaya a ser un peligro o que sea una persona odiosa, desde luego no más que su contrincante. Por ejemplo:
- Él está en contra de la guerra y a favor de la ley y el orden, mientras que su rival no muestra reparos a la hora de bombardear países y parece estar cómoda con la inmigración ilegal.
- Él usa su propio Twitter y ella no es capaz de mandar un mail sin poner en riesgo la seguridad nacional.
- Él tiene una familia que le adora y parece salida de un anuncio y ella un marido que le pone los cuernos.
Nadie llega a donde ha llegado Trump siendo un loco o un tonto. Nadie llega a los 70 años con un imperio empresarial como el suyo siendo un idiota, un chiflado o actuando al tuntún. Se diga lo que se diga, de las alrededor de 500 empresas que ha creado, ha tenido que cerrar unas 10 ó 15, lo cual para un emprendedor que siempre está ensayando nuevos modelos de negocio es un éxito sin paliativos y seguramente sin precedentes. Ha triunfado en la construcción, en la hostelería, en la televisión; sus libros son best sellers y ahora está triunfando también en la política. Y sin apenas haber invertido un dólar en su campaña, simplemente manejando a su antojo a la misma prensa arrogante que se ríe de él. Ella es su mejor aliado. Los periodistas y politólogos harían bien en estudiar a Trump y aprender de él en lugar de celebrar una derrota que parece que nunca llega.
Me recuerda a la hostilidad de Hollywood con W.Bush y como ésto acabó beneficiándole. Pienso que ganas unas elecciones cuando la gente que te puede votar te vota y no cuando la gente que te detesta y jamás te votaría te detesta menos.
ResponderEliminarPero a veces me pregunto si el elector medio es capaz de resistir un acoso tan constante y perdurable en el tiempo. Todos queremos ser aceptados y si percibimos que simpatizar con tal individuo nos aleja de los demás estaremos tentados de dejar de simpatizar con él.
En cualquier caso EEUU ha cambiado mucho. Yo viví allí el año de 1998 (que tampoco hace tantísimo tiempo) y en esa época era impensable que un tipo tan a la izquierda como Sanders se lo pondría tan difícil a una candidata tan apoyada como Hilary. Claro que tampoco me hubiera creído que unos años después un tipo que se llamaba Hussein sería presidente de gobierno.