Hace unos meses, saliendo de marcha, metí mi antiguo navegador GPS en el bolsillo de mi cazadora y, después de algún que otro mini de J&B con cola, nunca más volví a saber de él. Desde entonces, he echado de menos este artilugio en más de una ocasión.
La versión que yo tenía era la Tom Tom One V3. ¿Ventajas? Por el mismo precio o menos, el año pasado venía con los mapas de toda Europa. ¿Inconvenientes? Era más grande y la ventosa que supuestamente lo aguantaba al cristal se despegaba cada dos por tres, con el consiguiente susto y riesgo de accidente.
El caso es que, como ya he dicho, echaba de menos un aparato que contrarrestara mi penoso sentido de la orientación. Así que me lo he pedido por Reyes estas Navidades. Tras dos semanas de uso, voy a dar mi opinión.
La principal ventaja del nuevo modelo, a parte de su tamaño algo más reducido y su diseño más moderno, es ésta que veis en la imagen. La solución apodada EasyPort, algo tan simple como un soporte con rosca que, al girarse, crea el vacío entre el cristal y la ventosa, lo que impide que ésta última se despegue. Después de 4 versiones, ya iba siendo hora de que alguien pensara en este pequeño detalle. Además de esto, el cacharro viene con mapas actualizados de 2008 y alguna pijadita inservible pero graciosa, como los nuevos cursores que sustituyen a la clásica flecha azul de posición por un dibujo de un coche.
No obstante, hay algo que empieza a mosquearme bastante de la marca de navegadores TomTom. Lo normal cuando hablamos de aparatos electrónicos es que, a medida que pasa el tiempo, o bajan los precios o mejora la calidad. En el caso de estos navegadores, ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario. Por ejemplo, hace dos años, el mismo modelo que el que tengo ahora venía con un sistema de manos libres y bluetooth que, inexplicablemente, dejaron de incluir en las siguientes versiones. Esto, sumado al hecho de que cualquier actualización de mapas es de pago y a que no han rebajado un euro su precio de salida al mercado, acaba dejando en el consumidor una extraña sensación de estafa.
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