domingo, 24 de julio de 2016

Por qué hay gente que odia a Donald Trump


A estas alturas de la campaña presidencial, Donald Trump tiene el control absoluto de los medios de comunicación, la narrativa y la atención del pueblo estadounidense. Sin embargo, aún hay quien cree que es imposible que gane las elecciones. ¿Por qué? Por prejuicios. En su visión simplista del mundo, mucha gente cree que hay dos tipos de personas:

  • Ellos, que son enormemente sofisticados y están en posesión de la verdad absoluta.
  • Los demás, que somos enormemente tontos y no entendemos su sofisticación ni su inteligencia.

Este reduccionismo ha llevado a muchos a dar por hecho que todo aquel que apoye a Trump sólo puede ser un estúpido o un malvado. Así de simple. No se requiere pensar más. Así que cuando al principio el magnate daba sus mítines en estadios abarrotados, pensaron: «Bueno, vale, hay un porcentaje pequeño de gente idiota, fanática y muy movilizada –tal vez un 20%– a la que le gusta un tipo como Trump. Pero es imposible que gane, el sistema lo depurará».

Pasado un tiempo, empezó a quedar claro que ese apoyo era bastante superior al 20%, Trump ganó las primarias del Partido Republicano y entonces empezaron a reelaborar sus teorías: «Vaya, tal vez hay un 40% o un 50% de estadounidenses que apoyan a Trump. ¡Qué vergüenza de país! ¡Si gana habrá que huir a Canadá!». (Porque México es un asco, claro).

En noviembre, Trump se merendará a Hillary Clinton, y entonces esta élite arrogante tendrá dos opciones: replantearse sus prejuicios o pensar que todo el mundo se ha vuelto loco excepto ellos. Como requiere coraje admitir que uno no tiene respuestas para todo, seguramente la mayoría se decantará por la segunda opción.

Partiendo de esta premisa, ver a algunos politólogos y analistas intentar conceptualizar el por qué del éxito de Donald Trump es como ver a un gato intentando atrapar un puntero láser. La gente no le vota porque sea idiota o malvada. Donald Trump conecta con muchos y muy variados segmentos de la sociedad. Así de fácil. También es mucho más reflexivo y astuto de lo que sus adversarios pueden entender, y su estilo grandilocuente entretiene mucho más de lo que ninguno se atreve a admitir, aunque luego a todos se les escape una sonrisa cada vez que suelta alguna de las suyas.

La gente le vota, principalmente, porque hasta ahora ha sido el único que se ha plantado frente a un modelo de corrección política completamente absurdo y sin sentido que apenas representa los intereses de nadie. Y lo ha hecho de una manera que no hemos visto en la vida. Él apela directamente a asuntos que afectan a las personas. Y no le importa si resulta que alguien cuya vida consiste en ofenderse permanentemente por todo se ofende un poquito más.

Los odiadores profesionales de Trump pueden llorar y patalear todo lo que quieran, pueden pensar que todo el mundo es mucho menos sofisticado que ellos. Mientras tanto, los demás nos lo estamos pasando en grande.

La mayoría de los políticos que conocemos están donde están porque necesitan estar ahí. Desde Hillary Clinton hasta Pablo Iglesias, pasando por Marine Le Pen, todos tienen la necesidad de demostrar al mundo y a ellos mismos que son los mejores, que pueden ganar. Ésa es su principal motivación, por eso a menudo se les ve tan desesperados.

Donald Trump no. Trump simplemente se lo está pasando bien. Por eso es tan genuino. A diferencia del resto de políticos, él no necesita ser presidente para validar su carrera. Él ya es rico, más de lo que cualquier político al uso será jamás. Y ya es una leyenda, así que aunque perdiera las elecciones, no pasaría nada. Él ya es feliz.

Por supuesto, esto no significa que sea un santo. A Trump le gusta ganar, como a todo el mundo, pero no está desesperado por hacerlo. Y es verdad que lucha y embiste como un gallo de pelea, pero disfruta y se ríe mientras lo hace. A Trump lo que le motiva y le divierte es el propio juego.

De ahí su sonrisa de hijo de puta, ésa que hace que tantos pierdan los nervios nada más verle. En realidad, no le pueden aguantar porque se lo pasa bien. Odian ver a alguien genuino, existoso y feliz. Así de simple. Así de triste. Por supuesto dirán que se trata de sus políticas, pero el motivo real es que simplemente disfruta. Esto es algo que se ve claramente cuando, por ejemplo, un político convencional se rodea de un grupo de votantes y hace ver que está pasando un rato agradable. La escena resulta tan chirriante que da hasta vergüenza ajena. Se puede leer la sensación de incomodidad y auto-humillación en su rostro.

Trump no tiene nada que ver con eso. Él simplemente está disfrutando. Y como resultado, atrae a otras personas a las que también les gusta disfrutar.




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