lunes, 27 de junio de 2016

Resultados 26J

Veo a muchos amigos de Facebook muy sorprendidos con el resultado electoral de ayer. Yo no lo estoy tanto, y el que siga mi blog tampoco debería estarlo. ¿Qué ha pasado? Olvidemos la ideología, la corrupción, etc. La mente humana no piensa en esos términos, especialmente en política, sino que toma decisiones basadas en vivencias, emociones y modas y a partir de ahí las racionaliza. Por eso podemos votar con la conciencia tranquila a un partido que ha robado millones o a otro que defiende dictaduras ruinosas. Cada uno pone los argumentos y las prioridades donde mejor se ajusten a lo que ha elegido de antemano.

En mi opinión, la palabra clave en estas elecciones es incertidumbre. Ahora mismo, el estado de ánimo del país es que poco a poco nos estamos recuperando de una crisis brutal. Puede ser verdad o no, no importa. Lo único cierto es que ésa es la percepción mayoritaria. El votante teme que esto pueda saltar por los aires y lo último que le apetece son aventuras, por muy bonitas y mágicas que éstas suenen. Durante estos meses, hemos visto cómo tres partidos iban dando tumbos —ahora pacto contigo, ahora no, ahora quiero esto, después ya veremos— mientras otro permanecía quieto.

El subconsciente de la mayoría ha traducido esto como inestabilidad frente a certidumbre, y como dice el refrán, en tiempos de tribulación mejor no hacer mudanza. Dicho de otro modo, en este momento, en la mente del votante, el país no está ni tan mal como para jugársela al ‘peor no nos puede ir’ (caso de Grecia con Tsipras) ni tan tranquilo como para que no cause inquietud que gente muy joven y muy de moda pero sin ninguna experiencia de gobierno se haga cargo de una economía en la cuerda floja.

En este post que escribí tras el debate a cuatro predije con bastante exactitud lo que iba a pasar.



PD: Es muy triste que gente joven se esté dedicado a despreciar e incluso a desear la muerte de 'los viejos que votan al PP' en las redes. Y además no tiene sentido, porque los jóvenes progresistas de hoy también serán conservadores mañana. A la gente mayor no le gusta el riesgo, ni en política ni en ningún otro aspecto de la vida.

sábado, 25 de junio de 2016

Por qué Ciudadanos se dará un tortazo electoral

La campaña electoral de Ciudadanos ha sido un desastre. Y mira que empezaron bien. ¿Alguien sabe qué es lo que venden? En las últimas dos semanas sólo he escuchado dos palabras: ‘acuerdo’ y ‘sillones’, dos términos que no evocan absolutamente nada y que, en todo caso, retrotraen a las interminables y nada fructuosas negociaciones de la mini legislatura más larga y cansina de la Historia. ¿Acuerdo para qué exactamente? Y en cuanto a los sillones, da igual que hables de ellos para decir que no los estás buscando. Lo único que consigues es atar tu imagen y tu partido a esa palabra tan fea.

El segundo fallo garrafal ha sido ayudar a la polarización de la campaña entre el PP y Podemos, hablando de la corrupción y de Venezuela —temas que sólo dan votos a estas dos formaciones— en vez de centrarse y bombardear con lo único que puede ofrecer un partido nuevo de centro: la regeneración democrática. Incluso han adoptado una expresión, ‘extremismos’, que repiten continuamente para referirse a estos dos partidos y que sólo ayuda a reforzar la idea de que las próximas elecciones se juegan a cara o cruz.

Por último, la personalidad de Albert Rivera. Se le ve ansioso y excesivamente cansado, incluso atolondrado. Con Susanna Griso llegó a decir que no le importaría dejar la política y que a veces piensa en retirarse. ¿A quién se le ocurre? Sí, puede parecer humilde y que no se aferra al sillón, pero la idea que cala en el subconsciente del electorado es que le falta motivación. O peor, que no le gusta lo que hace. Eso, obviamente, resta votos. En definitiva, Rivera ha perdido mucho impulso y transmite una imagen de perdedor que se conforma con salvar sus 40 escaños. No le auguro ningún buen resultado este domingo.

En mi opinión, Ciudadanos debería haber puesto encima de la mesa dos o tres propuestas muy claras y muy diferenciadas del resto enfocadas a regenerar el país y bombardear durante toda la campaña con eso, olvidando todo lo demás. Y por supuesto, aquí no vale lo típico de acabar con los aforamientos o las diputaciones; hay que ir más allá, buscar ideas muy básicas que apelen a las emociones de los votantes y con las que el ciudadano se pueda identificar fácilmente. Es decir, hacer que la gente se imagine cómo sería su día a día con esas medidas. Por ejemplo, en Educación, en vez de decir que vas a invertir más o que apuestas por un modelo mixto, decir que es un escándalo la cantidad de faltas de ortografía que cometen las nuevas generaciones y prometer que vas a acabar con eso. Cosas así.

Un partido nuevo se tiene que diferenciar del resto. Por eso es absurdo prometer más de lo mismo y decir que tú lo vas a hacer mejor. Los ciudadanos ya asumimos que todos los políticos mienten. Y por cierto, la próxima vez mejor presentar a Inés Arrimadas.

martes, 14 de junio de 2016

El debate a cuatro




Rajoy

Presidencial y enérgico. Apenas entró en el cuerpo a cuerpo y se supo diferenciar de los otros tres. De hecho, la imagen que nos quedó a todos fue la de tres candidatos contra un presidente (hasta en la foto se situó a una distancia de seguridad del resto). Salió muy bien parado en general, incluso en la ronda sobre corrupción. La estrategia de los demás de decir que España está hecha unos zorros le ayuda: el estado de ánimo del país es que poco a poco nos vamos recuperando, y repetir que estamos al nivel de Somalia nos ayuda a recordar que hemos estado peor y que esa ténue recuperación económica se puede ir al garete si hay cambio. Si no hay sorpresas en la campaña, la mayoría de indecisos que quieran evitar otras elecciones le votarán a él.

Sánchez

Sabe que no va ganar las elecciones. Su principal misión es salvar los muebles del Partido Socialista, y para ello tiene que recuperar votos de Podemos. Por eso se tiene que centrar en Rajoy, que es el enemigo común de los votantes de uno y de otro. El más anti Rajoy se lleva el premio. Aún así, hizo un debate pésimo. ¿Cuántas veces recordó que había perdido la votación de investidura tras el 20D? ¿10? ¿Cuántos votos puede darte recordarle a la audiencia que eres una persona que pierde? Cero carisma y cero imagen presidencial. Lo único que puede salvarle es una movilización de última hora del electorado clásico socialista que sigue viendo con recelo a Podemos.

Rivera

Muy flojo. A estas alturas, soy incapaz de ver un debate o una intervención suya sin verle nervioso. Ayer casi parecía enfadado, me recordó un poco a Rosa Díez. Cayó fácilmente en la trampa de Rajoy cuando éste le preguntó si había cobrado dinero negro, entrando al trapo y poniendo esta chorrada a la altura de los sobres de Bárcenas. Llegó a decir que él no iba a formar parte de ningún Gobierno, reconocimiento implícito de que no aspira a ganar las elecciones. Mal si de lo que se trata es de motivar a tu electorado. En el lado positivo, logró poner a la defensiva a Pablo Iglesias con el tema de Venezuela, pero me temo que esto sólo favorezca la polarización del electorado entre PP y Podemos. Su decisión de no llevar corbata perjudicó al líder de Podemos porque no le permitió diferenciarse de 'los partidos del Ibex', pero creo que también le perjudicó a él.

Iglesias

La estrategia de repetir una y otra vez que Sánchez se equivoca de enemigo le salió bien. Parecía el verdadero líder de la oposición. Tengo la impresión de que aspira a eso y que realmente no le interesa ganar ahora las elecciones. Quiere esperar a una implosión del gobierno débil que salga de las urnas para poder presentarse como el auténtico salvador y ganar por margen. Esperad a ver una mejora en su imagen física, con corte de coleta incluido, en la próxima legislatura. En general, bastante bien. Se le vio muy a la defensiva cuando Rivera habló de la financiación de Podemos por parte de Venezuela, pero salió bien parado: supo hacer que nos olvidáramos de sus relaciones con un país que se ha ido a pique aplicando sus mismas políticas y centrásemos la atención en un tema de corrupción, con la cual el votante no identifica a Podemos.

lunes, 13 de junio de 2016

Por qué nos da tanto miedo hablar del terrorismo islamista

Ayer, cuando todos los medios de comunicación aún daban por hecho que el ataque a un pub de ambiente de Orlando había sido otro Columbine, publiqué este tuit:


Lo cierto es que durante toda la mañana, cuando aún no se sabía la identidad del atacante, pudimos ver una catarata de tuits responsabilizando y culpando de todo al capitalismo, al modelo de sociedad occidental, a EE.UU., a Donald Trump, a las armas e incluso al cristianismo. De hecho, el primer trending topic en EE.UU. llegó a ser #GunControlNow.

Al rato, y tras ver la magnitud de la masacre, empezó a quedar claro que se trataba de un atentado islamista, y entonces la narrativa y la forma de interpretar lo sucedido cambió completamente, coincidiendo exactamente con lo que yo había adelantado en mi tuit.




¿Por qué ocurrió esto? ¿Por qué a los medios y a los políticos les da tantísimo miedo mencionar el origen musulmán de este tipo de ataques pero no se cortan un pelo si el autor de una matanza es un hombre blanco? La explicación es más sencilla de lo que parece.

En la sociedad que hemos construido, en la que estamos acostumbrados a tenerlo todo bajo control y nuestro mayor problema real en el día a día es quedarnos sin leche a la hora del desayuno, los ciudadanos nos hemos vuelto mentalmente incapaces de admitir que vivimos bajo amenaza. Y el terrorismo islamista es un tipo de amenaza tan brutal, aleatoria e imprevisible que nuestro subconsciente cree que no hay forma de controlarla. Nadie está a salvo, y eso nos da miedo. ¿Qué hace nuestro cerebro cuando ve que hemos perdido el control de la situación y nada de lo que hacemos para solucionar un problema está dando resultado? Al principio, niega el problema. Y cuando ya no puede hacerlo porque el problema persiste o es demasiado grande, empieza a buscar explicaciones que nos permitan pensar que seguimos manteniendo el control de la situación. Se trata de un mecanismo de defensa que permite que no nos volvamos locos.

¿Qué es más fácil para tirar adelante cuando vives en una sociedad en la que tu mayor problema es que no haya leche fría en la nevera? ¿Pensar que luchas contra ovejas descarriadas con problemas mentales o pensar que lo haces contra un grupo incontrolado de bárbaros que ha jurado invadir y aniquilar ese modelo de sociedad para implantar otro basado en la Sharia?

En realidad, y ésta es la clave de todo, los seres humanos no estamos diseñados para ser racionales: nuestro cerebro no ha evolucionado para encontrar la verdad, sino simplemente para que podamos sobrevivir. Así funciona la naturaleza, y de ahí que cada uno tenga sus creencias, sus gustos, sus rutinas y, en definitiva, sus formas particulares de afrontar la vida. Se trata de un mecanismo de supervivencia por el que nuestra mente va creando películas que nos permiten mantenernos cuerdos y motivados y así poder seguir adelante con nuestras vidas. Sin embargo, estas películas casi nunca son ciertas ni racionales –salvo quizá algunas veces por coincidencia–, sino que las vamos escribiendo en función de nuestras experiencias personales y, sobre todo, de nuestras emociones.

Cuando por una emoción de miedo hemos decidido que en nuestra película los terroristas no son una amenaza real a nuestra forma de vida, sino un problema que tenemos bajo control, nuestro cerebro va a elaborar todo tipo de explicaciones y giros en el guión para dar sentido a esa idea y poder seguir recreándose en el final feliz que ha escrito de antemano. De ahí que unos vean en los terroristas a un grupo de fanáticos que quieren imponer sus ideas sobre las nuestras y otros a unas simples ovejas descarriadas víctimas de la sociedad occidental. En el primer caso, la respuesta tenderá a ser de enfrentamiento directo, mientras que en el segundo será actuar de manera condescendiente. En ambos casos, el protagonista de la película sale ganando, ya sea aplastando al antagonista por medio de la fuerza o bien haciendo un sacrificio heróico ('educarle', compartir los recursos...) para que éste sufra una catarsis y se pase al bando de los buenos. Los dos finales son más que aceptables en la mente de cualquiera.

¿Cuál es el problema? Que aunque una película no tiene por qué ser cierta, en nuestro subconsciente sí que tiene que parecer verosímil. O al menos coherente. Así logramos mantenernos cuerdos y adquirir experiencia, lo cual nos permitirá afrontar situaciones parecidas en el futuro y nos evitará actuar al tuntún, mejorando nuestras expectativas de supervivencia.

¿Qué pasa cuando una persona, por miedo a enfrentarse a un problema, decide que en su película ese problema no es lo que parece, sino algo mucho más sencillo de resolver? Que si el problema es realmente más grave, a medida que avanzan los acontecimientos, la película empieza a perder coherencia, con lo que esa persona se va a ver forzada a adaptar el guión. En otras palabras, ¿qué pasa cuando construimos una historia en la que los yihadistas no son fanáticos que quieren imponer sus ideas por la fuerza, sino víctimas de la pobreza que les imponemos desde Occidente? Que en cuanto empiezan a aparecer terroristas que no sólo no son pobres, sino todo lo contrario, y que además han nacido y crecido en Occidente, tendremos que buscar otra explicación, una que se ajuste a la premisa con final feliz que ya habíamos escrito al principio y que nos permitirá seguir viviendo tranquilos.

Y entonces empiezan a aparecer las teorías alternativas, como la inestabilidad mental de los atacantes, la falta de control sobre las armas en EE.UU. la homofobia, etc., como explicación principal a un fenómeno, el del terrorismo islamista, al cual ni nos atrevemos a llamar por su nombre, no vaya a ser que se presente por sorpresa en la puerta de nuestra casa. Pero claro, la película sigue avanzando, y la parte irracional de nuestro cerebro sigue haciendo sus conexiones. Y así, a medida que el guión de nuestra película pierde sentido, vamos pasando de una explicación a otra hasta llegar a conclusiones que en algunos casos llegan a estar totalmente fuera de la lógica y la experiencia. Por ejemplo, cuando alguien culpa al llamado patriarcado heterosexual, lo que en realidad está haciendo es apelar a una 'amenaza' perfectamente controlable —por inexistente— creada a priori para motivarse y sentirse el héroe de otra película. Y es que crear este tipo de conceptos y presentarlos como amenazas también sirve para dar un mayor sentido a esa existencia en la que la única preocupación real es no tener donde mojar las magdalenas del desayuno.

Cuando la gente y los medios de comunicación se recrean en la identidad, el credo o la afiliación política de un asesino, sin duda es porque ese crimen les ha pillado desprevenidos. «Perro muerde a hombre» no da titulares, pero «hombre muerde a perro», sí. Hoy en día, es tan sumamente inusual ver a un fanático cristiano o a un conservador de derechas matar a alguien en nombre de sus ideas que ya les hemos perdido el miedo. Recreándonos en su origen y sus motivaciones nos podemos sentir héroes sin pasar miedo. Y además, nos sale una película interesante. Por eso, las escasas veces que esto ocurre, los medios se ceban con este tipo de detalles. Porque no sólo no da miedo, sino que nos hace sentir más fuertes al saber que, esta vez sí, podemos controlar esa situación. Sin embargo, ante el pan de cada día del radicalismo islámico, muchos tienden a cerrar los ojos y esconder la cabeza, buscando explicaciones en miedos más fabricados que les hagan sentir que tienen el control de la situación. Después de todo, ojos que no ven, corazón que no siente.

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viernes, 10 de junio de 2016

Debate de mujeres


Lo primero que hay que decir sobre el debate de mujeres ayer en Antena 3 es que no ha logrado mover ni un voto. Primero, porque todo aquel que tuviera estómago para tragarse algo tan soporífero ya tiene su voto decidido o esperará a que avance la campaña para acabar de decantarse por un partido. Y segundo, porque un debate con candidatos de segunda categoría no tiene la fuerza suficiente como para influir en unas elecciones, a no ser que ocurra alguna sorpresa que arrastre a todo un partido, algo que le dé o le reste impulso y fuerce a su líder o a los líderes de los demás partidos a intervenir, como una intervención especialmente brillante o un error catastrófico.

En otras palabras, a los 15 minutos de ver este debate, los telespectadores sufrimos el mismo efecto que cuando un men in black te borra la memoria: lo olvidamos por completo.

A partir de aquí, no vale mucho la pena discutir quién lo hizo mejor o quién lo hizo peor. Las cuatro candidatas estuvieron relativamente bien. Tal vez Carolina Bescansa y Andrea Levy fueron las que mejor supieron transmitir la idea base de sus respectivos partidos para esta campaña, esto es, que España necesita un cambio, en el caso de Podemos, y que lo que necesita es no meterse en aventuras que puedan comprometer la recuperación económica, en el caso del PP.

Inés Arrimadas estuvo bien, hizo intervenciones simples sin enredarse mucho en datos ni detallar sus propuestas y logrando transmitir más carisma que el resto de canditatas. El problema es que uno salió de allí sin tener ni idea de qué es lo que propone y por qué hay que votarla.

Por último, Margarita Robles, muy plana. No mostró ningún carisma ni supo transmitir el mensaje del PSOE (¿tiene alguno?), aunque creo que ofreció una imagen maternal y de persona a la que puedes llamar si tienes un problema a las 4 de la madrugada, algo que tampoco le viene mal.

En resumen, ¿has viajado alguna vez en avión privado?

miércoles, 8 de junio de 2016

Cómo frenar el efecto Pablo Iglesias

Este mediodía, durante la entrevista de rigor de Pablo Iglesias en La Sexta, García Ferreras le ha puesto un fragmento de una tertulia de Intereconomía hace años en la que el entonces profesor universitario se definía a sí mismo con orgullo como un comunista. Ferreras le enfrentaba así a la contradicción de definirse ahora como socialdemócrata cuando no hace tanto lo hacía como comunista.

¿Cómo ha respondido Iglesias? Cambiando por completo el foco de la cuestión y redirigiendo toda la atención del público a una emoción cotidiana: la diversión. Concretamente, ha dicho que aquello lo hizo porque no pudo resistirse a la tentación de incomodar y provocar a los tertulianos de derechas que tenía a su lado. En ese momento, todo el que estuviera viendo el programa ha sonreído, se ha olvidado de si Iglesias es comunista o socialdemócrata e inconscientemente ha empezado a visualizar a ese niño travieso que todos llevamos dentro y que a veces disfruta sacando de sus casillas a la gente que no le cae bien. Es decir, Iglesias ha conseguido no sólo que nos olvidemos de que estamos ante otro candidato incoherente y oportunista, sino que nos sintamos identificados con él y que identifiquemos a un grupo de tertulianos de derechas con gente que nos cae mal. Como maniobra persuasiva es de 10, y este hombre nos ofrece ejemplos como éste todos los días.

Intentar frenar el avance de un genio de la persuasión como Pablo Iglesias, que ya proyecta imagen de presidente y que además tiene a todo un movimiento detrás, repitiendo que es comunista o que apoya a dictaduras como la venezolana o la iraní no va a dar ningún resultado. Al revés, el candidato morado está tan preparado para darle la vuelta a estas acusaciones que al final incluso acaban dándole más votos, como ha quedado demostrado elección tras elección. Primero, porque estos temas son tan ajenos a la mayoría de las personas que acabamos por ni escucharlos (asumámoslo: el electorado está inmunizado contra la palabra Venezuela). Y segundo, porque en vez de rehuir las acusaciones titubeando y poniéndose nervioso, como haría cualquier otro candidato ante una cuestión incómoda, Iglesias siempre responde a este asunto con tranquilidad y con seguridad, le da la vuelta a la tortilla, intercala alguna broma y al final acaba dando una imagen inteligente, divertida y carismática de sí mismo y otra ridícula y paranoica de su rival. Y eso es lo único que acaba reteniendo el votante en su cabecita.

Los seres humanos no hemos evolucionado para encontrar la verdad, lo hemos hecho simplemente para sobrevivir. Esto hace que la mayoría de nuestras decisiones no las tomemos a partir de un pensamiento lógico y razonado, sino que las racionalizamos después de haberlas tomado en base a emociones personales, vivencias y otro tipo de variables. Así, tomemos la decisión que tomemos, nuestra mente puede seguir adelante. Por supuesto, esto ocurre también en temas como la política o la religión. Y de hecho, gracias a esta habilidad, podemos votar con la conciencia tranquila tanto a un señor del que sabemos que ha recibido sobres con dinero negro en su despacho como a otro que se declara admirador de Otegi. E incluso al propio Otegi. Da igual, porque nuestra mente siempre encontrará un argumento que justifique cualquier elección que hagamos de antemano. Y en una elección política, como en la de cualquier otro producto, lo que pesa más es la marca.

Pongamos un ejemplo: tengo un amigo que considera que soy tonto por usar iPhone, ya que según él el precio de Apple es desorbitado en comparación con otras marcas de smartphone. Para mí, en cambio, el tonto es él por comprarse teléfonos que van más lentos y se estropean más rápido sólo por ahorrarse unos euros. En realidad, ambos hemos racionalizado una decisión previa, la de comprar una marca determinada de teléfono. Él siempre se intentará convencer de que su teléfono tiene más ventajas y yo haré lo propio con el mío. Además, los anunciantes nos bombardearán con publicidad, reforzando nuestra idea de que nuestro producto es mejor. Y si algún día cambiamos de opinión, culparemos a la marca por habernos engañado antes que a nosotros mismos por haber tomado una decisión incorrecta. A nadie le gusta reconocer que se ha equivocado.

En política ocurre tres cuartos de lo mismo. ¿Cómo frenar entonces a Pablo Iglesias? Desvalorizando la marca Iglesias, es decir, apelando a los rasgos negativos de Pablo Iglesias como persona, y no de su discurso (el cual vamos a comprar sí o sí si nos gusta la marca), para convencer después de que ese discurso era un engaño. Y esto hay que hacerlo usando la persuasión, no datos ni argumentos lógicos que al votante le entran por un oído y le salen por el otro a no ser que éstos reafirmen su posición. Por ejemplo, para persuadir al electorado de que Iglesias es un candidato inestable y peligroso para la recuperación del país, sería mucho más efectivo exponer su incapacidad para mantener una relación seria y duradera o su fama de ir de flor en flor con las jovencitas de su partido que decir que sus medidas económicas llevarán al país a la ruina. ¿Por qué? Porque la primera información es mucho más fácil de explicar y de retener en la mente de los votantes que enredarse en temas económicos, y de ese modo la conexión automática que hará el subconsciente del electorado es la de que Iglesias es una persona inmadura que no sabe lo que quiere y que, en consecuencia, no está preparada para asumir compromisos ni afrontar responsabilidades. De este modo, en cualquier debate sobre economía, bastará con que cometa un pequeño error (como el de 'House Water Watch Cooper') o que el candidato rival tilde sus medidas de infantiles y poco meditadas para que la parte irracional del cerebro del televidente acabe dando credibilidad a la idea de que Iglesias no está preparado para gestionar una economía en la cuerda floja. Y es que automáticamente, dicha idea quedará reforzada por aquella que ya está implantada en su subconsciente y que le dice que el líder podemita no es bueno tomando decisiones o las toma de manera impulsiva y poco meditada, resultando siempre en fracaso.



Anque parezca mentira, esto es mucho más efectivo a la hora de restarle impulso al líder de Podemos que empezar mostrando imágenes de colas y racionamiento en Venezuela. Eso hay que hacerlo también, por supuesto, pero no sirve de nada si a la vez no se machaca con lo anterior. Fijémonos si no en qué nos viene a la mente cada vez Albert Rivera habla un poco más acelerado de lo normal, gesticula, suda o está un poco pálido. Pues sí, inconscientemente la mayoría nos lo imaginamos metiéndose sustancias por la nariz. Y esto es porque un día Podemos extendió ese rumor para persuadirnos de que toda esa energía que desprende el candidato naranja es en realidad una debilidad. ¿Perdió votos Podemos por realizar esta insinuación? Seguramente no. ¿Los perdió Ciudadanos? Con toda seguridad, sí. Los adictos evocan debilidad, inseguridad, dependencia, tres características cada vez más visibles en las entrevistas y debates del líder de Ciudadanos, sean éstas reales o no.

Por supuesto, nadie va a desactivar un fenómeno como Podemos sólo acusando a su líder de ser un picaflor. Habría que añadir otros ingredientes y atacar otros flancos, como su pose encorvada (inferioridad), el desorden en su casa y en la facultad en la que trabajaba (caos), etc. Incluso un simple '¿nunca ha pensado en arreglarse la dentadura?' pronunciado e televisión haría estragos en su marca. Estos temas llenarían tertulias, aunque fuera para criticar al que lanza el ataque. Pero como ya hemos dicho, se le criticaría desde argumentos lógicos que el votante olvidaría al cabo de media hora, quedando en su subconsciente la imagen de un Pablo Iglesias descuidado, desgarbado y desordenado con el que a pocos les gustaría identificarse. Machacar poco a poco con ese tipo de cosas reduciría sus expectativas en poco tiempo.

Por contra, creo que si se cortara el pelo y cuidara su imagen ganaría sin problemas las elecciones. Y que si no lo ha hecho ya es porque aún no le interesa ganarlas.

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Si te ha gustado este post, aún te gustará más ir a la #Euro2016 en jet privado.

martes, 7 de junio de 2016

Imagínatelo sin Rajoy



Hoy toca analizar el vídeo electoral del PSOE. ¿Qué tenemos? Una secuencia de escenas muy agradables relacionadas con el verano seguidas de una frase que nos recuerda que Rajoy es el presidente. De Pedro Sánchez, ni rastro. Hasta su partido lo ningunea. Y el logo del PSOE, muy al final, muy pequeñito y cuando nuestra mente sigue procesando todo lo que acabamos de ver.

Si de lo que se trata es de motivar al votante convencido de izquierdas para que acuda a las urnas, este spot puede funcionar en parte. Nada mejor para un socialista que imaginarse un verano de ensueño con el PP fuera de La Moncloa. ¿Cuál es el problema? Que en la izquierda ahora mismo ya no hay un solo partido con opciones de gobernar, sino dos. ¿Y a quién estará más tentado de votar una persona de izquierdas que quiere disfrutar de esas vacaciones inolvidables sin Rajoy sabiendo que, según las encuestas, Podemos tiene ahora más papeletas que el PSOE de desalojar al PP del Gobierno?

De cara a los indecisos y a ese 20 por ciento del electorado que no está politizado y que decide su voto en función de cómo sople el viento, este spot es una bomba, pero para el propio PSOE. Primero, porque el lema 'imagínatelo sin Rajoy' es muy ambiguo. ¿Se refiere a que sin Rajoy no volveremos a disfrutar de veranos así? Y segundo, porque al margen de esto, lo que al final procesa nuestro cerebro es que el verano es una cosa increíble y que Rajoy sigue siendo presidente. ¿En qué puede ayudar al PSOE que la gente mezcle estas dos ideas en su cabeza? En términos publicitarios, es como si Apple lanza un anuncio con imágenes de gente celebrando la Navidad y acto seguido aparece la palabra Samsung.

Con este spot el PSOE está empezando la casa por el tejado. Su prioridad ahora no es desalojar al PP de La Moncloa, sino sobrevivir. Y para ello su objetivo inmediato debe ser deshacer el sorpasso de Podemos que indican todas las encuestas. El vídeo puede movilizar a la izquierda, sí, pero lo hace en la dirección que al PSOE menos le interesa, porque para echar a Rajoy mejor votar a alguien que tiene imagen de ganador que a alguien que ahora mismo la tiene de perdedor.

lunes, 6 de junio de 2016

El spot de los gatos

Nuevo vídeo electoral, esta vez del PP. ¿Es gracioso? Sí. ¿Sirve para atraer votos? No. Más bien al contrario.



Es cierto que este vídeo tiene todos los ingredientes para gustar al espectador. Desde el principio capta la atención, es divertido y salen gatos. Hasta ahí genial. 

Ahora analicemos más detenidamente. La chica que aparece pidiendo 70 kilos de comida para sus 122 gatos, ¿a qué nos recuerda? Por su forma de hablar, por su estética y porque se trata de un anuncio del PP, lo que la mayoría va a identificar ahí es a una afiliada de Nuevas Generaciones. Por si fuera poco, el PP tiene exactamente 122 diputados en el Congreso. ¿Beneficia a un partido que la gente relacione a sus votantes y militantes con una loca que vive rodeada de gatos? La respuesta es obvia.




Sigamos con el dependiente, ése que se da cuenta de que a esta chica que acaba de entrar en la tienda y camina como un zombie por el pasillo de los piensos le falta un tornillo. Él es un trabajador precario, con delantal y ligeramente desaliñado al que la chica se dirige como si fuera un criado y que nos recuerda a... Voilà: un votante de izquierdas.Por si fuera poco, está haciendo inventario y tiene la tienda impoluta. ¿Con quién prefiere identificarse cualquier votante? ¿Con una loca que emana caos o con un cuerdo que transmite orden?




Con sólo intercambiar los papeles o eligiendo a un cliente al que pudiéramos identificar con un votante de izquierdas este spot habría resultado perfecto. Pero esa chica lleva escrita la palabra PP en la frente. Y está loca. Mal.

Al final aparece una voz en off diciendo que en la vida real no tiene sentido hacer las cosas en contra y que hay que votar 'a favor' del PP por una serie de motivos que ni siquiera da tiempo a leer y que aunque diera tiempo tampoco importaría, ya que en política no existen la razón ni la lógica. Influyen otros factores como la personalidad de los candidatos, el estado de ánimo de la gente o sus emociones. Pero nunca los datos, que son infinitos, contradictorios y casi siempre imposibles de procesar.

Segundo cara a cara

Ni Albert Rivera ni Pablo Iglesias ganaron un solo voto ayer en su nuevo cara a cara en La Sexta. De hecho, ambos perdieron en favor de Rajoy, Sánchez o la abstención, aunque sin duda fue Rivera quien salió peor parado. Con diferencia.

¿Por qué? Lo único que recordaremos de este cara a cara el día de las elecciones será a un Rivera nervioso y sudando, y la palabra Venezuela, hábilmente repetida hasta la saciedad por el candidato naranja. Eso es todo lo que habrá guardado nuestro cerebro, y ninguna de estas dos cosas es buena para ninguno de los dos candidatos.

Lo de Venezuela es obvio, pero, ¿por qué sale peor parado Rivera? En primer lugar por la imagen. En el subconsciente de los votantes, Albert Rivera es el candidato limpio y aseado, el del 'cambio tranquilo', el hombre del Ibex, en contraste con el revolucionario desaliñado Pablo Iglesias. Ayer, sin embargo, las tornas se cambiaron y el que dio una imagen más aseada y relajada fue el líder de Podemos, que en lo que pareció una respuesta a la caricatura que de él se había hecho días atrás en un vídeo de Ciudadanos y en previsión de que se hablaría de Venezuela, llevó incluso una corbata al debate. 

Por su parte, a Rivera se le vio incómodo, acelerado. Apenas miraba directamente a los ojos de su rival o al moderador, y en un momento dado empezó a sudar hasta el punto de tener que secarse la frente con la mano. Una imagen que automáticamente nuestro cerebro conectó con dos cosas: 1) la insinuación de Podemos de que Rivera es adicto a sustancias ilícitas y 2) los días previos a las elecciones del 20D, cuando apareció desbordado ante las preguntas de si pactaría con el PP y empezó a contradecirse y a hacerse un lío, lo que le hizo parecer inseguro y le perjudicó en la cita con las urnas.

Otro detalle que afectó bastante a Rivera fue un dardo que soltó Iglesias, apenas percetible, pero que nuestra mente se encargará de recordar de aquí al día de las elecciones. Me refiero al momento en que el candidato morado recordó que él va segundo en las encuestas y que ni siquiera debería estar debatiendo allí, pero que lo hacía porque cree en la pluralidad y bla, bla, bla. Hasta ese momento, nuestro cerebro estuvo visualizando un debate entre igual e igual, pero a partir de ahí, y sumado a lo anterior, empezamos a ver a un candidato ganador frente a un candidato perdedor al que por si fuera poco le estaban haciendo el favor de sentarse en la misma mesa. Aquí Rivera quedó del todo desactivado.

Otros factores que ayudaron a ganar a Iglesias fueron la complicidad del moderador, claramente decantado a favor del líder morado, y la estrategia podemita de reventar todas las encuestas online, creando un estado de opinión, sobre todo entre los periodistas y tertulianos, de que el líder de Podemos es un ganador nato. En el primer caso, la imagen que percibe la audiencia es la de dos amigos que se entienden entre sí y entre los que hay sintonía y uno que queda fuera, marginado, con el que nadie quiere identificarse. Y en el segundo, el hecho de parecer ganador ya te hace ganador, y la mayoría siempre quiere estar del lado de éstos.

¿Por qué creo que Iglesias no rentabilizará esta victoria? A pesar de que ganó en imagen, el tono del cara a cara fue muy chirriante e infantil, muy de patio de colegio, hasta el punto de que a muchos espectadores se les hizo incómodo, por vergüenza ajena, verlo entero hasta el final. Se puede hacer un debate bronco y ganar apoyo, pero no se puede hacer un debate ridículo y ganar apoyo. De hecho, que el cara a cara de ayer tuviera dos millones de espectadores menos que el mismo antes del 20D es un buen indicador del nivel de hartazgo del público con este formato y con estos dos candidatos concretos. Ahora les toca a Rajoy y Sánchez sacar tajada.

viernes, 3 de junio de 2016

Por qué Hillary perderá en noviembre

Si no cambia de estrategia, Hillary Clinton va a sufrir uno de los mayores batacazos electorales que se recuerdan en la historia de EE.UU. Su campaña está siendo un absoluto desastre, y de hecho algunos ya empiezan a preguntarse si detrás de todos sus errores no estará la mano de su marido Bill, reacio a renunciar a su libertad y su privacidad para volver a la Casa Blanca y quedar a merced de la agenda y la actividad de su esposa.

¿Por qué un desastre? Hay varios motivos, pero el primero y más evidente es que el grueso de la campaña está consistiendo en pedirle a los votantes que se imaginen a Trump en la Casa Blanca.



Esto es un error mayúsculo porque sólo ayuda a reforzar la imagen de presidente que el candidato republicano se esfuerza en trasladar de sí mismo (por ejemplo yendo a cada mitin en un gran avión privado que recuerda al Air Force One). Así, los electores dejan de pensar en Trump como un simple candidato o un millonario excéntrico y cada vez más se lo imaginan sentado tras la mesa del despacho oval. Unir las palabras 'Trump' y 'presidente' es, por tanto, un error que Hillary debería evitar, pero que repite constantemente, incluso en el mensaje de bienvenida de su página web.




El último ejemplo de esto lo vimos ayer durante el cacareado discurso sobre política exterior de la ex Secretaria de Estado. Ya no es sólo que toda su intervención se enfocara en hablar de su rival, sino que no paró de pedirle a la audiencia que se imaginara a Trump siendo presidente. Y ya el colmo lo vimos en Twitter, cuando llegó a afirmar que Trump no es presidente 'todavía', reforzando la idea de que algún día lo será:



Al ver ese tuit uno no puede dejar de preguntarse si a Hillary le gusta trollearse a sí misma o es que le han hackeado la cuenta, y es que en política, la realidad y la razón no importan. Importa la persuasión. Esto significa que la mayoría no vota a un candidato por sus políticas, sino por su personalidad y su carisma. En el vídeo a continuación tenemos un buen ejemplo de ello, cuando un reportero le pide a varios votantes demócratas que califiquen a Trump y éstos lo hacen en términos muy negativos. Luego les presenta una batería de propuestas del magnate republicano haciéndolas pasar por propuestas de Hillary y vemos cómo todos apoyan cada una de estas propuestas sólo porque les han dicho que son de su candidata. Es decir, vemos que la gente no apoya unas políticas determinadas, sino a una persona determinada, diga ésta lo que diga. (No os perdáis las caras de los entrevistados cuando descubren que han estado apoyando ideas de Trump).




Cuando le pides a los votantes que se imaginen a tu rival político como presidente de los EE.UU., su cerebro va a aumentar el caché de ese personaje y poco a poco se va a habituar a la idea de tener a ese personaje como presidente, por muy disparatadas que le puedan parecer sus ideas. Por eso la primera norma de una empresa cuando hace publicidad es no mencionar nunca a la competencia, ni siquiera para hablar mal de ella. No es bueno que el consumidor se imagine a sí mismo usando otra marca, del mismo modo que no es bueno para Hillary que los electores se imaginen a un eventual presidente Trump en vez de a una eventual presidenta Clinton.

Pero no sólo en sus discursos y en su cuenta de Twitter. La web oficial de Hillary Clinton parece hecha por un agente doble de Donald Trump. De hecho, nada más entrar, lo primero que nos encontramos es la palabra 'Trump' acompañada nada menos que de la palabra 'Love'. Esto es un auténtico despropósito desde el punto de vista publicitario. Y es que aunque el lema sea ingenioso, es demasiado rebuscado como para que el lector retenga el mensaje que en realidad se quiere transmitir. Lo que va a retener el subconsciente del votante es la palabra 'Love' seguida de la palabra 'Trump' (Ama a Trump). O incluso peor, porque la frase es tan ambigua que se puede interpretar como 'Love Trump's Hate' (Ama el Odio de Trump). Lo dicho, un desastre total.



Hillary está cometiendo más errores. Sin ir más lejos y ahora que hablábamos de los lemas, ¿alguien recuerda cuál es su lema de campaña? Todo el mundo conoce el 'Make America Great Again' de Trump, ¿pero qué hay de Hillary? ¿Alguien sabe por qué hay que votarla a ella, a parte de para impedir que el candidato republicano llegue a la Casa Blanca? La respuesta es no. Incluso, en otra muestra de incapacidad persuasiva, Hillary llegó a pronunciar en un mitin la frase 'Make America Whole' para intentar neutralizar el famoso slogan de Trump. El problema es que la palabra 'whole' (plena, completa) suena exactamente igual que 'hole', (agujero, hoyo), como su rival se encargó de remarcar hábilmente ('hacer de América un agujero'), además de que la frase en sí sólo ayuda a recordar el lema original del magnate. Desastroso.

Otros errores de bulto desde el punto de la persuasión electoral son el uso de una 'H' y una flecha como símbolo de campaña, lo cual el cerebro del votante va a relacionar nada menos que con un hospital; el lanzamiento de la 'woman card' con un monigote que nos recuerda al símbolo de un lavabo; o los intentos de Hillary de emular a Trump pretendiendo parecer una outsider cuando es evidente que forma parte del establishment y de hecho debería usar eso a su favor, pues la gran mayoría acaba valorando la experiencia política como algo positivo.



De aquí a noviembre, lo normal es que Hillary siga cometiendo errores. No sólo por su incompetencia persuasiva y la de su equipo, sino por la habilidad de Trump a la hora de imponer el discurso y ponerle todo tipo de trampas. A Hillary ya se la empieza a ver sobrepasada. Su campaña va al rebufo de las ocurrencias de Trump (ayer dio su discurso rodeada de banderas americanas, tal y como hace siempre el magnate) y ha empezado a utilizar el insulto y la brocha gorda en sus mítines, lo cual le hace perder autenticidad porque ésas son señas de identidad clásicas de Trump. No hablemos ya de su insistencia en remarcar que es mujer y decir que lucha por las mujeres, olvidando que la mitad del electorado son hombres y la otra mitad tiene hijos, padres, hermanos y maridos por los que también quiere que se luche. Mi impresión es que Hillary perderá por margen. Al menos Bill podrá respirar tranquilo.

jueves, 2 de junio de 2016

El vídeo de Ciudadanos

Desde el punto de vista de la persuasión, el vídeo electoral de Ciudadanos es simplemente brillante. Dejemos a un lado el debate tontorrón sobre si es clasista, sexista, si es demasiado duro con el PP o una copia del anuncio de la Lotería de Navidad. Nadie va a recordar eso el día de las elecciones.

Fijémonos en el mensaje oculto, aquél que va a retener el subconsciente de los votantes y el que realmente puede influir en las elecciones. ¿Qué vemos? Primero, un bar con gente corriente hablando de sus cosas. A continuación, un presidente del Gobierno anunciando la convocatoria de nuevas elecciones con el mismo entusiasmo que cuando le pides a alguien que te pase la sal. Veamos las imágenes:






¿Qué es lo primero que nos viene a la mente? Hartazgo. Aburrimiento. Cansancio. Nuestro cerebro ve al Gobierno del PP como un producto agotado y sin energía. Buen golpe.

Más tarde aparece el clon de Pablo Iglesias. Un jeta desaliñado, un parásito con el que nadie quiere ser identificado. Su pose y sus gestos son absolutamente ridículos, en especial cuando, cerveza en mano, mira al smartphone –supuestamente un discurso de su líder– y se da un golpe en el pecho al más puro estilo grupie sin cerebro. En el vídeo nadie habla de Pablo Iglesias, pero automáticamente todos identificamos a este personaje siniestro con el líder de Podemos.




Luego vemos a Albert Rivera en el mismo monitor en el que segundos antes había aparecido el presidente del Gobierno.



Aquí se produce el efecto 'pensar más allá de la venta', como cuando un vendedor de coches nos pregunta si nos gustan más los asientos de cuero o de tela y nuestra mente se imagina que ya hemos comprado el coche. En el caso de Rivera, dejamos de ver a un simple candidato y empezamos a visualizar a un jefe de Gobierno. Ahora sabemos por qué el Pablo Iglesias real no ha aparecido en el monitor. Mucho mejor crear un personaje caricaturizado al que nadie pueda identificar como un presidente. Ojo al contraste:




Veamos ahora las caras de la gente del bar cuando escuchan a Albert Rivera:







Ya no hay cansancio. Hay ilusión, esperanza. Incluso al muchacho de la coleta, que de repente parece guapo y aseado, se le ilumina la cara con lo que está viendo y escuchando. Casi todos los estratos de la sociedad, personas con las que nos podemos sentir identificados (el pequeño comerciante, el trabajador, el parado, el jubilado, la madre y hasta el perroflauta, ahora convertido en un respetable estudiante universitario) muestran fascinación por ese líder político que aparece en televisión y al que, por si fuera poco, el personaje paternal y amigo de todos está poniendo por las nubes. Un personaje encarnado por un señor mayor, aunque no anciano, que podría ser un funcionario o un jubilado, que habla exactamente igual que Rivera (incluso se le parece en el tono y la voz) y que logra que nos olvidemos de la juventud y la inexperiencia del líder de Ciudadanos. Cuántos pájaros matados de un tiro en esta simple escena.




¿Y qué hay de Pedro Sánchez? En mi opinión, aquí está el golpe más sutil y efectivo del vídeo. El PSOE es el segundo partido en el Parlamento, pero en este spot ni siquiera existe. Si el PP estaba agotado, el PSOE directamente es historia, un cadáver. Con este ninguneo, Ciudadanos araña votos del centro izquierda sin ofender ni movilizar en contra a los militantes fieles de Sánchez. Justo lo que necesita. Otra genialidad del vídeo, pues después de haber intentado negociar un Gobierno con el PSOE no tendría credibilidad meterse con ellos. Así los desprecia sin que se note.

Como veis, nada de lo que se dice en el vídeo importa. ¿Alguien se acuerda del discurso que daba Rivera en pantalla? ¿Alguien ha retenido algún mensaje o motivo concreto de por qué hay que votar a Ciudadanos? No, la parte irracional de nuestro cerebro, que es la que de verdad influye a la hora de decidir el voto, sólo ve un producto caducado, una alternativa esperpéntica y un grupo de gente 'normal' (no hay ni una sola minoría) poniendo su mirada en un Albert Rivera con pinta de presidente. Una obra maestra de la persuasión en un vídeo sencillo que ayuda a rascar votos de todas partes. El equipo de comunicación de Rivera se merece un 10.

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