martes, 27 de septiembre de 2016

Primer debate presidencial

 

Para saber quién ha ganado un debate cara a cara, basta con ver las reacciones de los seguidores de ambos participantes. Ayer, la reacción de los seguidores de Hillary Clinton fue de alegría, casi de euforia en el caso de la prensa, mientras que la de los seguidores de Donald Trump fue más bien de frustración y de que se podía haber hecho mucho más. Esto es un hecho innegable y ahí están los tuits de unos y otros para quien quiera comprobarlo. Por tanto, si alguien logró movilizar e insuflar ánimo en sus bases en un momento en el que su campaña hacía aguas por todas partes, ésa fue claramente Hillary.

¿Significa esto que vuelve a tener opciones de ganar la presidencia? No tan rápido. El principal objetivo de Trump ayer era aparcar su lado más polémico y actuar de forma presidencial, y esto es algo que logró con creces. Al igual que nadie que haya visto el debate salió con la sensación de que él había ganado, tampoco nadie salió con la sensación de haber visto a un candidato peligroso al que hay que mantener lejos del arsenal nuclear. En otras palabras, ayer se volvió a imponer la idea, esta vez ante decenas de millones de espectadores, de que Trump no es la caricatura monstruosa que los medios de comunicación han pintado de él durante un año y medio, sino un candidato tan válido como cualquier otro que simplemente no tuvo su mejor noche.

Veamos ahora cuál es el estado de ánimo de la población en Estados Unidos. Si nos guiamos por lo que dicen las encuestas y por lo que ocurrió en la temporada de primarias, la sociedad estadounidense está pidiendo a gritos un cambio de rumbo. La gente está harta no, lo siguiente, de Washington y su establishment. De ahí que un candidato hasta entonces desconocido y que además proclama con orgullo sus ideas socialistas como Bernie Sanders lograra poner en tantos aprietos a Hillary Clinton, hasta el punto de que en varios momentos de la carrera no estuvo nada claro quién sería el nominado demócrata.

Ayer Hillary se vendió perfectamente como una candidata con experiencia que domina el arte del debate político y que está muy preparada… para hacer más de lo mismo. Eso fue lo que percibió todo el mundo, y de hecho por eso la prensa quedó tan contenta tras verla. Era exactamente lo que querían ver y ella se lo dio con nota.

En frente, Donald Trump, alguien que a pesar de estar improvisando (su campaña remarcó mucho que no se había preparado el debate), en ningún momento provocó ningún temor en la audiencia. El monstruo que devora niños por las noches y juega con los códigos nucleares de día simplemente ayer no apareció por ninguna parte. Y así, mientras ella se burlaba de él y le trataba como un loco, un racista y un sexista, él se dirigía a ella como 'Secretaria Clinton'. Sus ideas pudieron gustar más o menos, pero ayer ya no daban miedo. Ayer sólo eran ideas diferentes. En un año de cambio.

Quedan dos debates en los que Trump puede mejorar y mostrar que ha crecido también como político. De hecho, gran parte de su estrategia de campaña ha consistido precisamente en eso, en mostrar que sabe evolucionar. En una película, sería ese villano al que sin saber por qué no puedes dejar de admirar y del que esperas que en algún momento sufra una catarsis y se pase al bando de los buenos. Los seres humanos adoramos este tipo de cambios en las personas. Como suele decir él, let's see what happens.

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