lunes, 6 de junio de 2016

Segundo cara a cara

Ni Albert Rivera ni Pablo Iglesias ganaron un solo voto ayer en su nuevo cara a cara en La Sexta. De hecho, ambos perdieron en favor de Rajoy, Sánchez o la abstención, aunque sin duda fue Rivera quien salió peor parado. Con diferencia.

¿Por qué? Lo único que recordaremos de este cara a cara el día de las elecciones será a un Rivera nervioso y sudando, y la palabra Venezuela, hábilmente repetida hasta la saciedad por el candidato naranja. Eso es todo lo que habrá guardado nuestro cerebro, y ninguna de estas dos cosas es buena para ninguno de los dos candidatos.

Lo de Venezuela es obvio, pero, ¿por qué sale peor parado Rivera? En primer lugar por la imagen. En el subconsciente de los votantes, Albert Rivera es el candidato limpio y aseado, el del 'cambio tranquilo', el hombre del Ibex, en contraste con el revolucionario desaliñado Pablo Iglesias. Ayer, sin embargo, las tornas se cambiaron y el que dio una imagen más aseada y relajada fue el líder de Podemos, que en lo que pareció una respuesta a la caricatura que de él se había hecho días atrás en un vídeo de Ciudadanos y en previsión de que se hablaría de Venezuela, llevó incluso una corbata al debate. 

Por su parte, a Rivera se le vio incómodo, acelerado. Apenas miraba directamente a los ojos de su rival o al moderador, y en un momento dado empezó a sudar hasta el punto de tener que secarse la frente con la mano. Una imagen que automáticamente nuestro cerebro conectó con dos cosas: 1) la insinuación de Podemos de que Rivera es adicto a sustancias ilícitas y 2) los días previos a las elecciones del 20D, cuando apareció desbordado ante las preguntas de si pactaría con el PP y empezó a contradecirse y a hacerse un lío, lo que le hizo parecer inseguro y le perjudicó en la cita con las urnas.

Otro detalle que afectó bastante a Rivera fue un dardo que soltó Iglesias, apenas percetible, pero que nuestra mente se encargará de recordar de aquí al día de las elecciones. Me refiero al momento en que el candidato morado recordó que él va segundo en las encuestas y que ni siquiera debería estar debatiendo allí, pero que lo hacía porque cree en la pluralidad y bla, bla, bla. Hasta ese momento, nuestro cerebro estuvo visualizando un debate entre igual e igual, pero a partir de ahí, y sumado a lo anterior, empezamos a ver a un candidato ganador frente a un candidato perdedor al que por si fuera poco le estaban haciendo el favor de sentarse en la misma mesa. Aquí Rivera quedó del todo desactivado.

Otros factores que ayudaron a ganar a Iglesias fueron la complicidad del moderador, claramente decantado a favor del líder morado, y la estrategia podemita de reventar todas las encuestas online, creando un estado de opinión, sobre todo entre los periodistas y tertulianos, de que el líder de Podemos es un ganador nato. En el primer caso, la imagen que percibe la audiencia es la de dos amigos que se entienden entre sí y entre los que hay sintonía y uno que queda fuera, marginado, con el que nadie quiere identificarse. Y en el segundo, el hecho de parecer ganador ya te hace ganador, y la mayoría siempre quiere estar del lado de éstos.

¿Por qué creo que Iglesias no rentabilizará esta victoria? A pesar de que ganó en imagen, el tono del cara a cara fue muy chirriante e infantil, muy de patio de colegio, hasta el punto de que a muchos espectadores se les hizo incómodo, por vergüenza ajena, verlo entero hasta el final. Se puede hacer un debate bronco y ganar apoyo, pero no se puede hacer un debate ridículo y ganar apoyo. De hecho, que el cara a cara de ayer tuviera dos millones de espectadores menos que el mismo antes del 20D es un buen indicador del nivel de hartazgo del público con este formato y con estos dos candidatos concretos. Ahora les toca a Rajoy y Sánchez sacar tajada.

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